NOTAS PERIODISTICAS




















10 AÑOS DE POL-KA

Adrián Suar debe ser una persona muy talentosa o alguien con mucha suerte. Hace diez años, exactamente, le daba forma al "Nene" Carrizo y corría entre balas de fogueo para protagonizar Poliladron. Hace diez años también, compraba junto a Fernando Blanco unas canchas de paddle, de esas que tuvieron un fugaz boom y finalmente cerraron para construir allí una pequeña productora, en Colegiales. Hace diez años, con sólo 25, apostaba a la televisión.

Desde entonces fue creciendo Pol-ka, la productora que este año cumple una década. Poliladron es un buen recuerdo y un afiche que cuelga enmarcado en la oficina del jefe, junto a tantos otros. Hace años que la productora tiene por los menos tres tiras y/o unitarios en el aire, y ahora también vende sus productos al exterior. Hace dos años, un filme que produjo su empresa, El hijo de la novia, llegó a competir por el Oscar.

Hoy, con 35 años, Adrián Suar, además de ser el dueño de la productora junto a su socio, Fernando Blanco, es el director de programación de Canal 13.

Entre los proyectos que Suar tiene con Pol-ka, figura el de armar una escuela de cine y televisión.

Sin embargo, Suar no cree ser un tipo con suerte. Tampoco, brillante. Sentado en su oficina, rodeado de los afiches de los programas y películas que grafican los diez años de historia, dice Suar: "Tengo más limitaciones que aciertos. Soy como un boxeador que tiene una trompada fantástica, pero la tiene que embocar". Lo suyo, dice, con su camisa blanca inmaculada y su pantalón negro, se llama destino. "Ya estaba en mis genes. No podía torcer mi destino. Lo llevo en la sangre", dramatiza este camino que lo llevó de actor de reparto en El papá de los domingos a dueño de una fábrica de historias para cine y TV.

Bicho de TV
Es mediodía y Suar acaba de llegar de Las Vegas. Pero no fue un viaje de placer. Al hombre no le gusta apostar. Ni beber. Ni fumar. Fue a trabajar. Pero está claro que su cabeza quedó acá. Llamó cientos de veces a su socio, volvió literalmente locos a los productores de Pensionados, la tira que empezó ayer por Canal 13, y estuvo de mal humor. De pésimo humor. De hecho, los primeros minutos de la entrevista parecen destinados al fracaso total, a la respuesta monosilábica y desganada. Luego bajará la guardia, apagará su celular y hablará de esa empresa que, por primera vez en diez años, lo verá festejar. De esa empresa que, en veinte o treinta años más, fantasea con delegar. "Los mandos hay que pasarlos. Pero hay que irse bien para entregar la corona. Y yo la corona la entrego. Pero la entrego yo", dice, sonriendo.

"A mí me sorprende todo lo que armamos en diez años. Fue muy rápido. Yo no sé si cambié la televisión, pero eso es lo que dicen de mí. A mí me parece que cada diez o quince años aparece alguien interesante. Ha pasado en los 60, los 70, los 80, y quizás en los 90, y con la ficción, ese alguien sea yo. Pero lo que más orgullo me da es lo que desperté en los demás. En eso sí me siento líder: yo fui el que despertó en los otros esa cosa de "si él pudo, yo puedo". Y hay toda una generación embarcada en esto", dice.

"Esto" es el mundo de Suar. La televisión y sus aledaños. El se sabe un "bicho de TV" y le encanta formar parte de esa cofradía. "Yo sé que para ocupar este lugar se necesita algo especial, que no es para todo el mundo. Pero también es cierto que, en algún punto, a este proyecto le entregás tu vida. Todo lo que es innovación tiene un alto costo. A mí me gusta mucho hacerlo, pero hay que ponerle mucho laburo. Y tiene una demanda de energía muy grande y un grado de exposición muy alto. Hacés una nueva tira y sufrís como la primera vez. Y te critican, y dicen: "Se le acabó la pólvora al Chueco...", y hay que aguantar..."

-¿Aprendiste a convivir con eso?
-Sí. Cuando miro para atrás reconozco que la cantidad de éxitos logrados fue algo fuera de lo normal en la historia de la TV: tengo un promedio altísimo. Ojo, igual sufro cuando me va mal o cuando el rating no me acompaña. Pero en cuanto a los logros, ya está. Incluso fantaseo con la idea de retirarme...

-¿Sí?
-Por miedoso. Debe ser mi parte insegura.

-¿Cómo es esa parte?
-La parte insegura es la que me dice: "Si fue tan bonito todo lo que me pasó, prefiero retirarme antes de que me retiren". Cuando vea que la profesión me manosea o que se me acabó el olfato...

-No parece fácil darse cuenta de eso en este medio...
-Supongo que alguien me lo va a decir. Y además, yo siempre sentí que todos somos prescindibles. Van cambiando las caras, pero las anécdotas son siempre las mismas: el muchacho que tiene éxito y es una estrella hace una declaración desafortunada y cae. Y es así. Me ha pasado desde el lugar de productor escuchar a los actores que vienen a decirme que el éxito son ellos. Hacen dos tapas de revista y sienten que Dios los iluminó. Pero no ven la otra: después no salen ni en un recuadrito.

-En estos diez años cambió también el trato con los colegas. Pasaste de ser un par a ser productor. ¿No es difícil decirles estas cosas a colegas que incluso a veces son mayores que vos?
-No. Ya aprendí y les digo de frente todas las barbaridades. Sobre todo porque, al ser actor, tengo la ventaja de hablar de igual a igual. Yo conozco los vicios de los actores que todos tenemos. Y puedo tratar de ayudarlos cuando se marean con algún éxito. Eso pasa mucho. Una vez, a un actor (no voy a decir el nombre por educación) le dije: "Salgamos a caminar y contale a la gente lo que ganás, y que ése es tu problema existencial. Yo te dejo un ratito, y cuando se te tiren encima y te estén por matar te rescato".

-¿Y en todos estos años nunca te sentiste un elegido, nunca te mareaste ni una sola vez?
-No, a lo mejor por haberme criado desde muy chiquito en este negocio. Y también tiene que ver con mi personalidad. Yo nunca saco pecho para lucirme. Siempre me pareció que esto es de mentirita. Que a lo mejor, si estuviera en Hollywood y fuera multimillonario, me daría el gusto de navegar en barco y apretar un botón para llamar al mayordomo. Pero esto es la Argentina. Acá, no da. Entonces, prefiero estar relajado y tranquilo. Yo no me tomo en serio lo que genera el éxito. A mí me da vergüenza cuando están más de diez minutos diciéndome: "Adrián, me encanta lo que hacés". Empiezo a transpirar. No porque no me guste. Me gusta, ¿a quién no le gusta? Pero no lo tolero más de diez minutos.

-¿Qué esperás para el futuro de Pol-ka?
-Espero que se convierta en un clásico. Siempre quise eso: que fuera como un traje clásico. Pero además, este año, que cumplimos diez, voy a hacer por primera vez una fiesta. Nunca festejé, pero me parece que todos se lo merecen. Porque todos hicimos Pol-ka...

-¿Nunca festejaste un éxito? ¿No festejaste por "Son amores"?
-Sufro como loco cuando me va mal, y cuando me va bien lo paso por alto. Siempre hablo de eso con mi analista...

-¿Y por qué lo pasás por alto?
-No sé. Cada programa para mí es un desafío. Yo arranco "Pensionados" y me va la vida, arranco "Padre coraje", y me va la vida. Me va la vida, en serio. Estoy callado, estoy de mal humor, estoy como perro enjaulado, estoy mal con todos, llamo veinte veces por lo mismo, me duele el estómago. Y después se me pasa. No ha habido un solo programa en el que no me pasara eso. Eso no se me va. Y siempre le pido a Dios: "Por favor Dios, que eso no se me vaya". Es que eso es síntoma de que me hierve la sangre, de que tengo miedo. Y es un miedo espantoso...

-¿Es el mismo miedo de cuando lanzaste "Poliladron"?
-No. Porque con el primero cualquiera puede meter un éxito.

-¿Cuál fue el costo de estos diez años, en lo personal?
-Me hubiera gustado estudiar más, tener más información. Yo sé que me nutrí mucho en la TV, pero no tuve la libido puesta en otro lugar. Me hubiera gustado, con las posibilidades que la vida me dio, estudiar historia del arte, por ejemplo... A veces digo que en algún momento voy a tener que largar esta droga, porque le das tu vida. Y es muy entretenido pensar historias, pero te aísla, y a veces te hace daño.

-¿Por qué?
-Porque es maravilloso pensar una historia y después verla reflejada en la pantalla. Esa es la droga. Pero te hace daño cuando te va mal, y sufrís. Y entonces vas por la revancha. Y a mí, que me encanta competir... Por eso a veces hablo del retiro.

-¿Y a qué te dedicarías?
-Y, la verdad es que no sé. A lo mejor encontraría algo nuevo. O mejor, podría sacar el pie del acelerador. Es que yo sé que fuera de esto soy un desastre total. Es como yo digo, tengo una sola trompada. / Por Verónica Bonacchi.

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